Por Jhon Fredy Londoño Ayala

Creo definitivamente que el periodismo es un oficio que no se aprende en las universidades, en ellas se puede descubrir quizá la vocación y naturalmente se adquieren los conocimientos técnicos propios para usar las herramientas que nos ofrece el lenguaje y para usarlas lo mejor que podamos; pero la esencia de lo que propone el ejercicio de comunicar es ser ante todo un buen ser humano, y apelo a Kapuscinski cuando dijo “Una mala persona no puede ser un buen periodista”, y la razón principal que soporta este postulado es porque precisamente el acto de comunicar es un acto de humanidad.
La inserción de la tecnología en los procesos de divulgación de la noticia, propone grandes cambios en la actividad de medios y periodistas, la dinámica sugiere innovar para ir a la par de los hechos que constituyen reflexión y por ende opinión. Pero no son más importantes que los protagonistas, que la noticia misma y que quienes se convierten en receptores de ella. Comunicar debe ser una construcción colectiva fundada sobre valores éticos separados de la retórica para convertirse en una necesidad llevada a la práctica que evite la reproducción de androides que producen contenidos deshumanizantes.
En la cotidianidad podemos ver la manera tan cruel como son presentados hechos que por sí solos, causan estupor y se atribuyen a personas que no son periodistas, sino más bien administradores de sitios en redes sociales que no tienen sensibilidad, que buscan captar la atención de un público incauto, sin embargo en hechos de trascendencia nacional, grandes medios de divulgación de información hacen exactamente lo mismo, sin que se vea la diferencia entre estos o aquellos, lo único que varía en este sentido es el alcance en transmisión.
Se convierte en una prioridad analizar el impacto que producen los acontecimientos en una sociedad y en lo que podemos hacer para no causar daños innecesarios y es un hecho que nos ubica en una posición muy difícil, que nos sugiere replantear hasta nuestra manera de informar y Javier Darío Restrepo, da cátedra de ética periodística y hasta nos deja un decálogo que tiene gran una pertinencia en estos tiempos de insensibilidad universal.